No quiero una mujer bella
Las mujeres bellas las dejo para los jovenes.
Las posiciones malabaristas-dodecafónicas las dejo para los fakires.
Yo sólo quiero un poquito-poquito,
deveras, muy poquito- de compasión,
de apapacho. De eso que te volteas
y tientas el pelo de la mujer, y lo hueles y lo acaricias,
y dices, puta madre, a mí también la vida me sonríe.
Todo lo demás
me parece muy respetable y me parece que está muy bien.
Pagar lo que cueste
la mujer más hermosa. y lucirla como se luce
un buen coche.
Todo eso me parece correcto. Y sensato y congruente.
Pero, digo, prefiero que a la mañana siguiente mi chava
me haga un bistec a la mexicana
y me diga: papito, eres mi rey.
Nomás porque sí.
Porque no soy rey ni soy papito.
Pero como se lo agradezco.
Dios mío, cómo se lo agradezco.
Que a la mañana siguiente me diga
buenos días
con un jugo de naranja en la mano
-no, mejor con uno de zanahoria
porque el de naranja me suelta.
Y me anuncie que el baño está dispuesto.
Un poema de Eusebio Ruvalcaba en Doble A.
Me gustaría ser sabio también,
los viejos libros explican la sabiduría
apartarse de las luchas del mundo
y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo
Librarse de la violencia
dar bien por mal.
No satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada
de esto;
verdaderamente,
vivo tiempos
sombrios.
Bertolt Brecht
A los hombres futuros.
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